sábado, 7 de mayo de 2016

Los huesos del Norte


El máster Sergio González Rodríguez dedica su columna de hoy en Reforma a mi novelita Huesos de San Lorenzo. Para leer el texto, hagan clic aquí mero


sábado, 16 de enero de 2016

Angélica López Gándara reseña Huesos de San Lorenzo en Siglo Nuevo, revista catorcenal de El Siglo de Torreón. Aquí la liga:

http://www.elsiglodetorreon.com.mx/sup/siglon/08/250/16siglon62.pdf

sábado, 26 de diciembre de 2015


Hoy, en El Universal, una nota de Yanet Aguilar sobre Huesos de San Lorenzo. Para enterarse, den clic en la liga:

http://www.eluniversal.com.mx/articulo/cultura/letras/2015/12/16/vicente-alfonso-indaga-misterios




Vine a la FIL Guadalajara porque me dijeron que aquí había ejemplares de mi nueva novela, Huesos de San Lorenzo, publicada por Tusquets...





sábado, 19 de septiembre de 2015

El periodismo es una lección de humildad: Elena Poniatowska

"Yo le debo todo al periodismo, para mí ha sido una escuela extraordinaria. Se dice que el escritor por un lado y el periodista por el otro, pero yo sin el periodismo simplemente no existo. Hay un maltrato al periodista, sí, pero te sirve mucho ser periodista porque es una lección de humildad: te hacen esperar, a veces ni siquiera la persona a la que quieres entrevistar es la que te pone las trabas, pero todo el entorno te lo pone..." es un extracto de mi entrevista con doña Elena Poniatowska que se publica hoy, en el suplemento cultural Confabulario:
http://confabulario.eluniversal.com.mx/ser-periodista-es-una-leccion-de-humildad/



viernes, 3 de julio de 2015

Huesos de San Lorenzo

A manera de adelanto, la Revista de la Universidad publicó dos capítulos de mi novela Huesos de San Lorenzo, que aparecerá bajo el sello Tusquets a finales de este año. El PDF se puede ver aquí: 


lunes, 6 de enero de 2014

Recuerdos de Mazatlán



Entre las lecturas pendientes me he topado con un libro que hace unas semanas me hizo llegar Jaime Muñoz Vargas, Director de Cultura de Torreón. Se trata de Morena de Mar, primera novela de Daniel Lomas, publicada por el ayuntamiento dentro de la colección La Calor. Del autor sabemos que nació en Torreón en 1978, que estudió Derecho, que creaciones suyas forman parte de diferentes antologías cocinadas en el desierto coahuilense y que ha publicado el poemario Una Costilla Individual (colección Arteletra, 2012).
Si tuviéramos que resumir la novela en tres o cuatro líneas, podríamos decir que en poco más de cien páginas, Morena de Mar cuenta una historia redonda: el despertar sexual de un veinteañero que viaja a la playa con su padre, aunque las circunstancias lo llevan a pasar un par de días con Matilde, guapa señora de cuarenta y tantos años. Mazatlán se convierte en un caldo de cultivo perfecto para dos soledades que se encuentran. Dos cercos que se rompen: el duelo que Matilde carga tras la muerte de su madre, la timidez que le impide a él retozar con muchachas de su edad.
  Pero esta primera novela no se limita a un recuento de anécdotas con fondo tropical. La historia, que en otras plumas daría cuando mucho para un manojo de cuartillas, ha sido muy bien desmenuzada por Lomas hasta convertirse en una novela corta. 
Los detalles del fugaz ligue mazatleco llegan hasta nosotros por un narrador que evoca los hechos más de veinte años después de ocurridos: el protagonista mismo. Aquel joven que se enamoró como un becerro es un hombre maduro al momento de contar la historia. En esa distancia está el secreto de esta novela: Daniel Lomas ha sabido sacarle jugo a esa sensación de extrañamiento que se apodera de nosotros cuando recordamos días tan lejanos que difícilmente nos reconocemos al vernos en eso que García Márquez llama “el espejo roto de la memoria”: el protagonista habla de sí mismo como si se tratara de otra persona, el viejo se anima incluso a discutir con el jovencito que fue y por qué no, a envidiarlo. Un párrafo de la página 45 ilustra muy bien a qué me refiero: “Así que el chico se reanimó al instante. Qué mejor augurio puedes esperar que el hecho de que ella desee salir contigo. Y al tiempo que íbamos bajando las escaleras, yo detrás de ella, uno o dos peldaños atrás de ella, se me llenaron los pulmones de felicidad…”.
Conforme avanzan las páginas, los lectores advertimos que detrás de la cansada voz del narrador hay un misterio, intuimos una vida tortuosa y llena de decepciones. Su vida no ha sido lo que esperaba. Es precisamente ese juego de ida y vuelta entre las decepciones del narrador maduro y las expectativas del joven protagonista lo que convierte esta novela en un relato memorable, cálido, muy bien logrado. Somos testigos de los esfuerzos de un hombre maduro que intenta conservar la poca ingenuidad que le queda, pero ésta amenaza con escapársele como arena entre los dedos. “Tendré que obligarme a ser osadamente honesto”, confiesa el narrador en la página 90. Son precisamente estos arranques de honestidad los mejores pasajes del libro.
Coincido con el comentario de la cuarta de forros de este libro: Daniel Lomas es un autor lleno de malicias literarias, del que cabe esperar en el futuro logros literarios cada vez más altos.
Morena de Mar está disponible, sin costo, en la Dirección de Cultura de Torreón (Matamoros y Colón). Ignoro si los ejemplares de cortesía se habrán terminado ya. Si acaso quedan algunos, no tardarán en agotarse.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Entre petroleros te veas


                                                   Dado que en la semana no hubo asuntos de relevancia para el país, y que últimamente todo en México marcha a la perfección, tuve alguna dificultad para seleccionar el tema de este artículo. Está bien, exagero al decir que nada ocurrió: ayer se disputó la final de futbol. Cómo se me iba a pasar eso que los líderes de opinión llaman la guerra en calzoncillos. Pero ni modo de hablar de eso en este espacio. Nunca he sido un buen analista deportivo, y además, en algún rincón interno, una voz me decía: petróleos mexicanos. No sabía por qué. Era una vocecilla apenas, algo así como un chapulín perdido en la sierra Del Sarnoso, pero de todos modos decidí rastrearla. Entonces me acordé que una de las mejores novelas que leí este año es Muertes de Aurora (1980, Ediciones de Cultura Popular), de Gerardo de la Torre, estupendo escritor mexicano que en marzo pasado cumplió 75 años, de los cuales ha dedicado 50 a la literatura. Guionista, crítico literario y maestro de muchas generaciones, De la Torre aprendió de los grandes los secretos del oficio: fue miembro del taller de Juan José Arreola y alumno indirecto de autores como Juan Rejano y José Revueltas.
Aquella voz interna, petróleos mexicanos, cobró sentido en cuanto invoqué Muertes de Aurora porque los lectores asociamos a Gerardo con el béisbol y con la novela policiaca, por supuesto, pero también con la mayor industria de este país: la petrolera. Ese vínculo es natural si revisamos su biografía, pues hacerlo es repasar también algunos momentos significativos para nuestra soberanía en materia de hidrocarburos. Por ejemplo: Gerardo de la Torre nació en marzo de 1938, apenas tres días antes de que Lázaro Cárdenas nacionalizara el petróleo. A los quince años entró a trabajar a la refinería de Azcapotzalco. A los treinta y dos publicó su primera novela, Ensayo General (Joaquín Mortiz, 1970), cuyos protagonistas son trabajadores petroleros. En 1988 ganó el Premio de Novela Pemex, que se convocó para celebrar 50 años de la expropiación, por supuesto con una historia sobre petroleros. De su amplia obra podemos citar la ya mencionada Muertes de Aurora y Los Muchachos Locos de Aquel Verano (Premio de Novela José Rubén Romero 1994). En ambas se aborda la participación de los trabajadores del petróleo en la vida pública de nuestro país.
Enmarcada en 1968, Muertes de Aurora se centra en un grupo de cuatro trabajadores petroleros que simpatizan con el movimiento estudiantil y buscan aportar su grano de arena para construir una realidad más justa. En 209 páginas narradas con maestría, con una prosa poderosa, De la Torre nos sumerge en un país convulso donde la represión se convierte en la respuesta sistemática a las demandas juveniles. Un México de profundos contrastes: mientras en las dependencias oficiales hay delincuentes de cuello blanco que son intocables, en la calle las manifestaciones son disueltas violentamente. En el centro del cuadro distinguimos a Jesús de la Cruz, extrabajador petrolero que trabaja en una agencia de noticias y sueña con convertirse en escritor. Él y sus compañeros de lucha asisten a las manifestaciones, intentan concientizar a otros obreros de lo necesario que resulta involucrarse en los asuntos públicos en ese momento de la vida nacional. Actuar, no sólo quejarse. Sin embargo, los personajes que De la Torre nos entrega no son ángeles con casco y herramienta: a lo largo de la novela, se sienten tentados por las comodidades y dudan respecto a abandonar la lucha. A eso hay que agregar que no siempre comprenden el carácter de las contiendas en que se ven inmiscuidos, y que en su entorno laboral son continuamente traicionados por los dirigentes sindicales.
No es casual que tanto Vicente Leñero como José Woldenberg hayan calificado a Muertes de Aurora como "la mejor novela que se ha escrito sobre el 68". Y mientras en mi cabeza rebotan como un eco aquellas dos palabras, petróleos mexicanos, sigo preguntándome en qué se basará, de dónde sacará Gerardo de la Torre el material para escribir su próxima novela.